La educación vial. Una filosofía de vida

Siempre me he preguntado ¿cuándo me inicié en el mundo de la educación vial?

Biografía

Esta lectura es parte reducida de mi vída profesional

Lo fácil sería decir que, en 1989, cuando la Jefatura de la Guardia Urbana de Badalona me comunicó mi traslado de la unidad de motorista a la unidad de servicio colegios. Pero ahora que intento escribirlo aquí, me doy cuenta que en mi vida han pasado hechos que han ido formando mi carácter y que han forjado mi proceder en el mundo de la movilidad.

Recuerdo cuando tenía 7 u 8 años en Bienservida, pueblo de la sierra de Alcaraz donde nací y viví hasta los 12 años. Me veo jugando al futbol en la calle donde me crie, veo a todos mis amigos corriendo detrás de la pelota y el único que levantaba la mirada y decía:

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¡Cuidado! Que pasa una señora y le podemos hacer daño, era yo. Lo recuerdo, porque pasaba muchas veces, tantas, que incluso las vecinas del pueblo se lo decían a mi madre, “hay que ver María, que chiquillo más atento tienes”. Mi infancia la recuerdo como un tiempo muy feliz lleno de amor, imaginación, naturaleza y libertad.

Con 12 años llegue a Badalona, ciudad donde me he desarrollado como persona y a la que siento como propia. Mi adolescencia trascurrió con un amor pleno a la montaña y a los amigos con los que compartía sueños, aventuras y la responsabilidad de ser monitor de un “esplai” (Centro de educación del tiempo libre) en la parroquia del barrio, donde diseñábamos juegos educativos para niños y niñas de 6 a 14 años.

Recuerdo que el Párroco del centro disponía de un ciclomotor y muchas veces mis amigos lo cogían para dar una vuelta. Yo siempre les advertía que era peligroso, que entrañaba un riesgo, que no deberían circular con él.

Cuando salíamos de un restaurante de cenar y nos quedábamos un rato hablando en la puerta, siempre les pedía que no hicieran ruido para no molestar a los vecinos. 

En el año 1980, con 22 años, ingresé en la Guardia Urbana de Badalona, formando parte de la primera promoción democrática. En verano, concretamente en el mes de agosto de aquel año, cuando llevaba un mes escaso trabajando en periodo de pruebas, en una noche de servicio con el coche patrulla, a las cinco de la mañana, tuve que notificar una noticia a una familia que me cambió mi forma de valorar la vida y plantearme cuestiones muy importantes en mi trabajo y en mi vida personal.

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Los primeros 10 años en la Guardia Urbana los realicé de servicio en la unidad de motoristas. Recuerdo que mis compañeros, no entendían que me pusiera a regular el tráfico en un cruce, antes de que se formase la retención diaria. Yo sabía que así, evitaba que se produjera el atasco de tráfico. Tampoco entendían que me colocase en un lugar visible, para evitar que los conductores realizaran un giro prohibido bastante peligroso. Ellos me decían que así no pondría ninguna denuncia, porque al verme, los conductores no giraban. Yo siempre les comentaba que con mi presencia se evitaba el riesgo y la infracción y con ello un posible accidente, es más, si algún conductor giraba delante de mi presencia, no tendría ninguna excusa para evitar la posible sanción.

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En 1989 me ofrecieron la oportunidad de entrar en el servicio de colegios. Se denominaba así al servicio que mis compañeros hacían cuando iban a los colegios a dar clase de educación vial, enseñando las normas y las señales de tráfico.

El material que encontré en la sección y del que disponía mi compañero, se reducía a una máquina circular de diapositivas, una mesita para apoyar la máquina, diapositivas de señales de tráfico y de Guardias Municipales de la ciudad de Madrid regulando el tráfico con salacot (gorro blanco de los años 60-70) y unos test como los que ponen en los exámenes de conducir, para los chicos de 7º y 8º de EGB.

Todo lo que hoy conocemos como Educación vial para una movilidad segura no existía.

Recuerdo que la Dirección General de Tráfico por aquel entonces hablaba de la educación vial, como herramienta para educar a los futuros conductores del mañana. Yo personalmente pensaba y sigo pensado, que la educación vial es el medio para educarnos todos, como personas que compartimos las vías públicas, ya seamos peatones, pasajeros o conductores.

He pasado 30 años de mi trabajo profesional diseñando juegos, actividades, programas y proyectos educativos con el fin de trabajar los valores universales como la responsabilidad y la convivencia; democráticos como la igualdad y la libertad y de movilidad segura como la prevención y la autoprotección.

Creo fielmente en el trabajo en equipo y sostengo que la labor que se realiza o se desarrolla en una agrupación es más valiosa y útil que la individual, por eso siempre he motivado la creación de grupos de trabajo o asociaciones donde pudiéramos compartir experiencias, unificar criterios y trabajar por un mismo fin.

Siempre he creído que la educación vial es cosa de todos. Cada uno de nosotros somos responsables de nuestros actos y de nuestro ejemplo. En mi vida personal y en la profesional siempre he intentado trasmitir y compartir mis conocimientos y mis experiencias e inyectar esa filosofía de vida a todas las personas y profesionales que me rodean.

Si quieres saber más de mi, solo tienes que conocerme un poco más...